La belleza de las flores no se
preocupan por el mañana sino que viven tranquilas en el Ahora sin tiempo y Dios
provee abundantemente en ellas.
Cada vez resulta más difícil permanecer
en el presente. Vivimos agobiados, ansiosos, preocupados, estresados por el futuro mientras tanto la culpa, las lamentaciones, el
resentimiento, la tristeza, la amargura entre otros, causado por la constante visita del fantasma
del pasado. Nuestra capacidad de asombro se desvanece en
los constantes pensamientos aleatorios que invaden nuestra vida diaria, mermando,
incluso, nuestra salud. No somos conscientes
que frente a nosotros pasa toda una vida llena de creaturas maravillosas, de grandiosas
escenas donde ninguna supercomputadora puede reproducir, la naturaleza es perfecta.
Nuestros sentidos parecieran estar apagados. Zombis o una especie de androides se
ven deambular por nuestras calles, escuelas, trabajo e incluso familias. ¡Es una
total invasión! por la falta de conciencia del presente.
Nos encontramos inmersos en obscuros
y permanentes pensamientos, que no damos cabida a la luz, librando a diario una
batalla entre el pasado y el futuro. Cada vez que podemos, por no decir siempre, no paramos de juzgar bloqueando el fluir de
la vida, pareciera que fuimos creados para ser una especie de diques humanos,
como esas estructuras que retienen el agua. Nos hemos acostumbrado a mantener todo
aquello que no tiene valor, a negar nuestra condición y a la desconexión permanente
con nuestro Ser. Nos hemos olvidado de deleitarnos del atardecer, del aire,
texturas, olores, sabores, la naturaleza, de nuestro maravilloso cuerpo y de la infinidad de creaturas que habitan nuestro
mundo. ¡Qué cosas! ¿No?
Hace un mes ví un video que
realmente me conmovió, razón porque escribo este relato. La protagonista era
una pequeña niña asiática que disfrutaba maravillada de la lluvia. Empapada de
plenitud, percibí esa escena. Estaba conectada con su Ser, con la vida entera.
Mientras tanto los padres resguardados, grababan a su pequeña, que se rehusaba cubrirse
de la lluvia. Podrían haber compartido
el momento con su hija, pero tal vez pensaban que era absurdo mojarse, sentir la caída del agua sobre sus cuerpos hasta terminar inmersos en una frescura al natural. O quizá, la cámara se podría
averiar y prefirieron compartirlo con el mundo. No lo sé, pero ¡muchas gracias!
Aquel video de la pequeña Lluvia, me hizo reflexionar sobre el cuándo
perdimos nuestro sentido de maravilla, la conexión con la naturaleza, del
universo mismo. Aquella vida donde no
existe el pasado, al menos que sea necesario
recordarlo para resolver alguna situación en el presente, y el futuro. Pero
no te preocupes, nada está perdido, es solo la ilusión del tiempo. Recupera tu esencia,
siente como aquella niña bajo la lluvia, recobra el sentido de maravilla. Da
frescura a tu vida. Desconéctate de tus pensamientos, permanece en el
presente y admira tu mundo conectándote en el Ahora con tu Ser y tu Ser con el TODO. Saborea del Satori, como le llaman los maestros Zen, un relámpago de comprensión, un momento de
no-mente y de presencia total.
No todas personas comprender "el fluir de la vida", se pasan toda una vida buscando respuestas para tener una vida en plenitud, y la respuesta la tenemos en nuestro inconsciente. Un ejemplo claro es la Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud en 1968 nos menciona: “Las condiciones y requisitos para la salud son: la paz, la educación, la vivienda, la alimentación, la renta, un ecosistema estable, la justicia social y la equidad. Cualquier mejora de la salud ha de basarse necesariamente en estos prerrequisitos”. En este contexto se debe tener la voluntad de estar en existencia con entusiasmo.
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