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12 de noviembre


Transcurre el año, y en él una infinidad de festejos. Algunos muy emotivos otros que pasan desapercibidos. Otoño es mi estación favorita, anuncia la entrada de la siguiente estación, con su tapiz de flores marchitas sobre el suelo. El aire fresco y los atardeceres templados con sus múltiples tonalidades naranja. Es un deleite de plenitud y paz. Casualmente estoy detrás de un ventanal, que mira hacia el poniente. El atardecer ha comenzado. Las guitarras suenan al fondo, tratando de hacer una melodía para este especial ocaso. En particular, este día es una buena justificación para escribir, para relatar lo que sucedió hace ya 5 años.

Recuerdo muy bien la primera imagen, la primera filmación a través de un enorme cristal de aquella sala de hospital llena de vida. Impaciente esperaba la llegada de  esa maravillosa criatura  frágil y pura. En mi mente revoloteaban pensamientos. ¿A quién se parecerá?, ¿estará enorme?, ¿tendrá cabello?, ¿llorara? En fin, múltiples preguntas que venían a mí para adelantar el tiempo. De pronto, se abre la puerta dentro de aquella caja de cristal. Aparece una enfermera empujando un carrito y en él, un milagro de vida hecho realidad, mi hijo. Llevaba una etiqueta color azul con el nombre de Jesús Eduardo. No podía contener mi emoción, lo admiraba. Lágrimas de felicidad rodaron mitigando mi emotivo sentir.  Agradecía a Dios por tan bello regalo. Quería atravesar aquel frágil muro y llegar hasta él. Con mi cámara empuñada, seguí grabando cada uno de sus movimientos y gestos.   Comenzaba a dudar del tiempo, era como una especie de sueño. Prácticamente ese día cambio mi vida.

Mientras tanto, en la sala de operaciones, mi esposa luchaba por su vida. Entro en un cuadro grave de preeclampsia, un problema de hipertensión. Yo no me entere de lo sucedido hasta después. Gracias a Dios cuando la pasaban de la sala de operación hacia el cuarto me di cuenta que todo había pasado. La intercepte en el pasillo tomándola de la mano le di un beso en su frente. Ella se veía cansada y con frió. Aún recuerdo aquel extraño comentario “Cuida de nuestro hijo”.  Fue una secuela al estar, tal vez, cercas de la muerte. Para su buena suerte, Dios la tiene muy apapachada, aún sigue viendo a nuestro hijo crecer.

Al día siguiente, regrese por la mañana al hospital con la esperanza de entrar a conocer cara a cara  a nuestro retoño.  Llegue primero con mi esposa, la vi con un semblante mucho más relajado, aunque con las dolencias de la operación. Me dijo que ya se sentía un poco mejor. Creo que noto mi ansiedad por conocer al pequeño lalito, que rápido me mando a “cuneros”.  Debo de admitir que tenía nervios. Lo pies los sentía flojos. Entre y pregunte por él. La enfermera lo saco de su calientita y angosta cama. Se a cerco a mí y me lo entrego. Cuando por fin lo vi de cercas, era como un pequeño “viejito”, un abuelito prematuro, con su arruguitas, su olor muy peculiar y con el cuerpo muy frágil. Se acorrucaba entre mis brazos, pareciera que me daba la bienvenida. En ese momento le prometí, estar siempre con él en las buenas y en las malas. Le dije que lo apoyaría en todo en lo que él quisiera ser. Imagine su primer paseo en bicicleta. Tal vez, porque de pequeño me emociono aquel regalo de mi padre. La visita se prolongó, las enfermeras me veían como diciendo: “ya fue demasiado”. Sin embargo, el tiempo voló, así como estos primeros 5 años de su llegada.  Eduardo ha enriquecido nuestra instancia en el mundo, dándonos muchas alegrías y otras pocas preocupaciones. Esta experiencia de ser padre ha transformado mi manera de ver la vida. Me impulsa a seguir adelante. Me levanta cuando mi ánimo está cabizbajo. Y otras veces, Lalito me levanta de la cama ¡muy temprano en domingo!

Apenas sabe leer, pero como habla! Algunos de mis amigos aseguran que me hace bulling. Es un niño muy activo y ocurrente. Algún día leerá este mensaje donde algunos fragmentos perduraran en su mente y corazón.  Quiero permanecer siempre con él, aunque un día también el tendrá que salir a escribir su propia historia.

Te amo.

Se lo que quieras ser, pero invítame a ver como lo logras. 

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