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Atardecer

Fuente: Arly
Hace tiempo escuche a una amiga decir «viajo en busca de respuestas» y cuando regresaba la notaba diferente, llena de luz. Quizá encontraba más de una respuesta – pensaba. A decir verdad, todos tenemos nuestra manera particular e íntima de buscarlas. Para algunos funciona con la pareja, un amigo, la religión, melodías, con la comida, en el llanto, con abrazos o en mi favorito, en los atardeceres. Siempre que puedo viajo a través de las tonalidades de aquellos deslumbrantes y cálidos colores rojizos-naranja

El atardecer, como muchos otros momentos, es un espectáculo totalmente gratuito, reconfortante y verdaderamente restaurador. Comienzo a sentir el aire (si es que hay) y lentamente los colores comienzan a bailar como si de un vals celestial se tratara. El astro rey hace lo suyo, se luce con un cierre majestuoso donde el canto de las aves se une a tan bella orquesta mientras que algunas nubes armonizan sobre mi efímero lienzo. En mi mente no hay nada, solo contemplación, el presente mismo, el aquí y el ahora. No hay mañana, ni después, ni tiempo o por lo menos no lo tomo en cuenta. Algunas veces, quizá me encuentre estresado, inquieto, presionado, molesto, cansado pero el ocaso tiene algo mágico, algo que me renueva, tiene un poder curativo en mí y si tengo «suerte» algunas respuestas llegan a mi sin invitación. Increíble es su efecto liberador.

A lo largo del tiempo, me he convertido en un coleccionista de atardeceres, la mayoría guardados en mi memoria. Me encanta ver los lugares teñidos de naranja, con todas las formas de vida y estructuras que son enmarcadas con sus tenues y cálidas luces. Cada atardecer es único, contiene un mensaje personalizado, mágico y revelador. De pronto, me encuentro en una utopía que nadie más comprende. Una conexión directa con el universo, donde todo cobra sentido, valoras cada parte de tu ser, de tu cuerpo y de todo aquello que te rodea. En otras palabras, estas en paz contigo y con el mundo.

Arly, una joven amiga que le encanta viajar, me compartió algunos de sus lugares mágicos por medio de un pequeño video que me mando justo en el momento por donde paseaba. Entre transeúntes, música, arte, arquitectura y mucho color se encontraba el ocaso del día en el fondo de aquel corredor colonial y turístico, rodeado por unas cuantas nubes y finamente una montaña se asomaba. Para mí fue hermoso, algo sublime. Aquella imagen detonó en mí un torrente de emociones evocando bellos momentos. Imagine por un instante, la vida de Arly, su manera de «andar» por la vida, recreándose a cada paso, renovando su espíritu y su peculiar luz. Ella me preguntó sobre aquel lugar, si sabía dónde se encontraba. La verdad no supe, pero no importaba, ella estaba viviendo su momento mientras yo era testigo virtual de aquel hermoso atardecer.

El atardecer trae consigo la meditación, el recordatorio de «estamos vivos», la búsqueda de respuestas dentro de nuestro ser, en regresar y conectarnos con la naturaleza, en cerrar un capítulo más de nuestra vida con la esperanza que el mañana será aún mejor.

Aquella tarde recibí un mensaje, quizá la respuesta a una pregunta que rondaba en silencio. Incluso, aunque aquel día estuviera completamente nublado.

Gracias Arly.






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