Este es un pequeño relato que escribí a raíz de un debate que aconteció durante una amena comida entre amigos. El menú era tacos de suadero. Por
cierto, estaban deliciosos pero más deliciosa se puso nuestra charla. No sé cómo
llegamos realmente al punto del debate sobre si era bueno o no castigar a
nuestros hijos. Argumente que eso era
cosa del pasado, del antiguo sistema de castigos y recompensas, que no ayudaba en
mucho al desarrollo emocional de los hijos, al contrario privaba de buenos momentos de reflexión. Prefiero formarme
y formar con base a las decisiones y consecuencias de nuestros actos. Enfrentar
o disfrutar los resultados sin pretender imponerlos. De entrada, para mi esto suena más responsable. Los conceptos de castigo y consecuencia impactan a
nuestra psique de manera muy diferente. Y justo en ese momento se detonó el debate.
Fue una verdadera digestión de ideas y conceptos, de risas y ejemplos. Cada uno
de nosotros defendiendo nuestra postura. A decir verdad, me sentía solo en esta
batalla. «Eres un aferrado», como lo dijo mi buen amigo Alonso. Lo confieso, lo
soy. Hasta que se me compruebe lo contrario. Lo siguiente solo refleja mi
opinión del «cómo» deberíamos guiar a nuestros hijos en sus obligaciones,
tareas, acuerdos y sobre todo en sus emociones.
Pero ¿qué es un castigo? sanción,
pena impuesta, según la RAE. Mientras
que el concepto de consecuencia es un hecho o acontecimiento que se deriva o
resulta de otro. La aplicación de este último término puede tener muchas
vertientes para el punto de vista de cada uno de nosotros. Sin embargo, la
definición básica es esta. Y como lo dije en aquel mini-debate (porque nos faltó
tiempo), la consecuencia no necesariamente es el resultado de algo negativo,
también el acontecimiento puede ser positivo. Sin embargo, nuestra manera de
pensar nos obliga a creer, automáticamente, en que la consecuencia es el
resultado de algo mal hecho y no es solo así.
Un ejemplo de castigo que compartí con mis amigos fue el de la limpieza que imponen algunos profesores a sus alumnos que hayan cometido una falta. Los obligan a hacer el aseo a todo el salón o salones, incluso a todo el patio de su escuela, como método correctivo. Lejos de hacerle un bien, esto genera al alumno un desagrado por la limpieza, porque indirectamente le están diciendo « limpiar es un castigo» Ni si quiera entenderá que el verdadero valor es mantener limpio su espacio, su lugar de estudio. Y quizá cuando vea algún tipo de basura tirada en la calle, no se tomara la molestia por recogerla y depositara en algún cesto de basura porque recordará que aquello que le fue transmitido es un castigo. Tal vez exagero, pero cabe esa posibilidad.
Un ejemplo de castigo que compartí con mis amigos fue el de la limpieza que imponen algunos profesores a sus alumnos que hayan cometido una falta. Los obligan a hacer el aseo a todo el salón o salones, incluso a todo el patio de su escuela, como método correctivo. Lejos de hacerle un bien, esto genera al alumno un desagrado por la limpieza, porque indirectamente le están diciendo « limpiar es un castigo» Ni si quiera entenderá que el verdadero valor es mantener limpio su espacio, su lugar de estudio. Y quizá cuando vea algún tipo de basura tirada en la calle, no se tomara la molestia por recogerla y depositara en algún cesto de basura porque recordará que aquello que le fue transmitido es un castigo. Tal vez exagero, pero cabe esa posibilidad.
¿Eres de las personas que piensan
que castigando a sus hijos es la mejor manera de educarlos? La verdadera razón
por la que castigas es porque tu ego no soporta que los demás hagan cosas con
las que tú te sientes mal. «Dale un par de nalgadas», «échale tierrita» «castígalo,
no lo dejes ir a jugar futbol» «quítale lo que le regalaste» «oblígalo a que
limpie todo su cuarto» «castígala, no la dejes salir» «unos cuantos golpecitos
no le harán daño» en fin, muchos «correctivos» que se aplican a diario a los
hijos por desobedecer o quizá por no haber cumplido nuestras expectativas. Esto
último suena bastante egoísta. El castigo enseña formas hábiles para evadir y
esto es contraproducente. Como los niños que hacen cosas a escondidas para no
ser castigados. Estas formas de «educar», vienen de tiempo atrás, de patrones
genéticos y emocionales heredados de nuestros padres y del entorno. Algunas de
ellas las realizamos inconscientemente. Otras tantas, las avalamos y
justificamos por el simple hecho de que así ha sido generación tras generación.
Por eso es fácil que cada día nuestro hogar se parezca más al hogar de nuestros
padres. Olvidamos que la tarea más importante, antes de formar a nuestros
hijos, es desarrollar nuestra inteligencia emocional (Un concepto bastante
amplio para tratarlo en un solo artículo) y por consecuencia transmitirla a
nuestros hijos a través de diálogos, información, respeto pero sobre todo
ejemplo. Sin embargo, nadie nos enseñó a hacerlo.
Precisamente, para los hijos, la
inteligencia emocional se traduce por la habilidad de controlar los impulsos y
la ansiedad, tolerar la frustración, motivarse a sí mismos, entender las
señales emocionales de los demás, respetar y asumir con responsabilidad las
decisiones y las consecuencias que estas generen, con la finalidad de mantener
o recobrar su equilibrio. La maravillosa vida humana también es compleja y
olvidamos que pertenecemos al mismo tejido social el cual, algunas veces, se
enmaraña en conflictos emocionales y pensamos que eso es normal. Esto sin lugar
a dudas, entorpece el desarrollo de nuestra inteligencia emocional imposibilitándolos
a transmitirla a los hijos. ¡Desenrédate!, de lo que se trata es que los hijos
asuman el resultado de la experiencia y mientras esté algún castigo de por
medio es difícil que experimente la verdadera consecuencia.
Dentro de los resultados o
consecuencias, debes incluir el afecto y el amor porque estos elementos son
vitales, sin ellos la persona no puede crecer sana. Aunque se haya equivocado
es importante hacerle sentir que estamos con ellos, aceptando sus errores y
defectos. Sus disculpas y sus ganas de volver a intentarlo. En lugar de
establecer reglas, hagan acuerdos. De esta manera no habrá castigos si no
consecuencias que los mismos hijos dejan estipulados y estarán conscientes
desde un principio. Por lo tanto cuando dejen de hacer algo no obtendrán
aquello que los beneficia y tan pronto como lo vuelvan a retomar, el beneficio
regresará. De esta manera no te culparán a ti, porque al fin entenderán que son
dueños de sus propias decisiones y consecuencias. Ahora te toca a ti decidirlo.
¿Castigo o consecuencia?
Por último comparto la siguiente frase de Horace Mann:
Por último comparto la siguiente frase de Horace Mann:
“El único propósito del castigo
es la prevención del mal, mas nunca impulsará a nadie al bien”.
Gracias por leerme.
Sam Arroyo
Sam Arroyo
Buena reflexión en el artículo que nos regala nuestro estimado Sam. Antes de decidir un castigo o consecuencia hacia los hijos, me remonto al proceso de crianza de los niños que practicaban los antiguos griegos donde la paideia se centraba en los elementos de la formación que harían del individuo una persona apta para ejercer sus deberes cívicos. Por consecuencia está en cada persona la responsabilidad de educar desde la infancia para tener mejores ciudadanos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, y me hiciste recordar algunos pasajes miticos con "la paideia"... Me diste una buena idea. Creditos para ti...
EliminarEn estricto rigor científico todos debemos de aprovechar las oportunidades de aprender con los artículos.
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