"Una persona amable es aquella que escucha con una sonrisa lo
que ya sabe, de labios de alguien que no lo sabe"
Alfred Capus
Las buenas historias pasan en los
lugares menos imaginarios. Sin embargo, tenemos
que estar alertas, perceptivos para aprender de la vida, de la naturaleza, de los conflictos y fracasos; y claro, de las relaciones con nuestros semejantes. Hoy no fue la excepción, me encontraba en
el bosque disfrutando de un buen jugo de zanahoria con naranja acompañado de la
frescura, la humedad y los olores que despide el pasto regado por la lluvia. Transcurría
todo en calma, veía a la gente trotar, haciendo sus ejercicios matutinos mientras
que otros platicaban tranquilamente en las bancas; el clásico sonido de los columpios
y subibajas con sed de grasa, no paraban de sonar, en realidad eran un adorno más
para aquel atardecer otoñal.
Termine mi jugo y camine hacia la
parada del camión. Pensaba en mi bicicleta, pero era un día lluvioso y por precaución la deje en casa. Llegue a la
parada y pensé que tal vez tardaría en pasar el autobús. Cuál fue mi sorpresa
que ya venía en camino, podía divisarlo desde donde me encontraba. ¿Acaso los
planetas se estaban alineando acaso? Lo dije en tono de broma, ya que esta ruta
suele tardarse demasiado. Hago la parada y de pronto una señora muy joven llega corriendo con un pequeño en
brazos para tomar también el autobús. Sube y paga la tarifa, e inmediatamente cuando
toma el cambio, le indica al chófer que ella se ha equivocado, porque le pago con
dos billetes de $50 pesos que iban empalmados. El chófer responde de una manera
poco común, - no se preocupe, mire aquí
puse el billete tal y como me lo dio, tómelo y verifique si va su otro billete
– y efectivamente iba casi a la par del otro billete, no se notaba que eran
dos, por los dobleces que llevaban. La señora le agradece y se sienta
en su lugar conforme con el acto. Me toco pagar a mí, y decidí no ser esplendido como la señora, le pague
exactamente con pesitos y a los dos pasos que di sobre el pasillo, el chófer se
dirige a mi diciéndome: “joven, disculpe
que lo regrese, pero me dio $8 pesos. El transporte ya subió un peso más, tal
vez no lo sabía. Disculpe nuevamente por molestarlo” ciertamente no sabía, y
claro agradecí el cumplido de “joven” y pague el resto de mi pasaje. En ese
momento me di cuenta que no era un chófer como la mayoría. Tenia algo especial. Era educado y amable. Cualidades que en estos tiempos se echan de menos.
Me senté en mi lugar pensando en aquella escena.
Aún no terminaba la “magia”. A unas cuadras más adelante, estaba un camión de la misma ruta con personas preparadas
para transbordar nuestra unidad, ya que había sufrido un desperfecto. Y como es
costumbre de nosotros los mexicanos, el desorden se hizo presente. Aun no terminaba de
pararse el camión y las personas se estaban amontonando para subir rápidamente al autobús.
El chófer detuvo totalmente la unidad, se pone de pie y con voz enérgica pero con el mismo tono educado de unos minutos atrás. “Esperen!
Escúchenme por favor solo un momento. Todas y todos van a subir, no me voy a ir
hasta que el último pie este dentro del autobús, solo les pido de la mejor
manera que pasen uno por uno aquellas personas que ya habían pagado su pasaje y
tienen su boleto en sus manos. Suban despacio para que las barras (las que cuentan
el pase de las personas digitalmente) no se bloqueen si son tan amables de
dejar pasar a la señoras y los niños primero, gracias.” Y en orden pasaron,
y con alegría los recibía haciendo bromas como: “que dijeron ya no va pasar el otro camión, pero no se les hizo aquí estoy”.
“Señores y señoras les pido una disculpa si van tarde para su trabajo o su
casa, estas cosas pasan y más a mi compañero que esta salado, ¡verdad Armando!”
creo un ambiente propicio para que las personas que estaban molestas, por
la larga espera, se sentaran satisfechos que su viaje continuaba. La música no podía
faltar, Julio Iglesias sonaba. Y él decía “si
nos les gusta esta joyita de canción, uds me dicen y las cambiamos por la que
quieran eh, al cliente lo que pida” las personas extrañadas, sonreían y uno
se atrevió a hablar. “no amigo, esas son
las buenas, déjala por favor”.
El chófer, que desconozco su nombre de
aproximadamente de medio centenario de edad, nos llevó a nuestro destino, sanos
y salvos. En esos instantes te das cuenta que las personas que generan
bienestar son aquellas que aman lo que hacen, valoran su
trabajo, su entorno y la vida misma. Hoy el chófer nos enseño a resolver conflictos, apaciguar el espíritu ante la frustración y la molestia, llevando nuestro equipaje mas ligero a través de la ruta de la amabilidad. Aunque para otros solo fue: la Ruta Centenario.
Sam Arroyo
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