Quiero compartirles este relato, que en lo personal me agrado por la sencillez y por el gran mensaje que transmite. En este escrito, me recordó las palabras del gran maestro, Jesús. Quisiera citarlas pues el relato tiene mucho que ver con el.
“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lucas 6, 41-42)
Una chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete de galletitas.
Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer. Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando ella tomó la primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada pero no dijo nada. Apenas pensó: ¡Qué descarado! Si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para que nunca más se olvide de la grosería!”.
Cada vez que ella tomaba una galletita el hombre también tomaba una. Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar. Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: “¿qué hará ahora este abusador?”. Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella.
¡Ah! ¡No!… ¡Aquello le pareció demasiado! ¡Se puso a bufar de la rabia! cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas… intacto, cerradito… ¡Sintió tanta vergüenza! Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso!
El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, y ya no había más tiempo ni posibilidades de explicar o pedir disculpas aunque sí para razonar. ¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?
Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:
- Una piedra, después de haber sido lanzada.
- Una palabra, después de haber sido proferida.
- Una oportunidad, después de haberla perdido.
- El tiempo, después de haber pasado.
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