Todos alguna vez hemos recibido algún regalo envuelto con papel adornado con moño. La sorpresa que guarda solemos medirla de acuerdo con nuestras expectativas. Hasta abrirlo descubriremos si lo que deseamos es una realidad. No todas las sorpresas son agradables, algunas contrastan a lo que esperábamos. Idealizamos lo que esconde íntimamente aquella caja. Nuestra imaginación fluye según nuestros deseos, anhelos y sueños. Llegado el momento de abrirlo, la emoción nos invade. Los pensamientos comienzan a llegar ¿será aquello que pedí? ¿Dios mío y si no me gusta? ¡Espero que no sea color verde! El precio de siempre esperar algo tiene su costo, traducido en otras palabras: desilusión, frustración e incluso hipocresía. Hace seis años recibí un obsequio y ayer descubrí lo que en secreto guardaba.
Trato de recordar los detalles de aquel momento. Son escasas las memorias, solo tengo el vivido recuerdo de sus manos extendidas dándome una cajita envuelta en dorado y moño rojo. Su sonrisa desinteresada y espontanea hacían automagicamente contagiarme de su esencia, de su alegría. Aquel momento celosamente lo envolví. Solo existía ella y yo. Decorados con sonrisas y carisias tome el regalo. En él llevaba una nota: “Ábrelo solo en emergencias, cuando te encuentres solo, o quizá triste, lo único que debes de hacer es tomar este regalo y recordar lo importante que eres para mí”. Por obvias razones, aquel día no era una emergencia. Lo puse junto a todos esos detalles que me había dado antes. Pasaban los días y no sentía necesidad de abrirlo. En realidad me sentía contento y conforme con el solo hecho que ella me lo había dado. Cualquier cosa que llevara dentro no fue suficiente para alimentar mi morbo, mi curiosidad.
Ayer, después de seis años, recopilando todos esos detalles el dorado de una envoltura me llamo la atención. Era aquel mítico regalo. Volví a leer la leyenda, en ese momento era una buena justificación para abrirlo. ¡En realidad tenía una emergencia! Con cuidado lo abrí (rompí la envoltura) y mantuve el moño en su lugar. Lo primero que vi fue la caja de un medicamento, ¡Dios mío eran acaso unas pastillas para la depresión?, ¡seguramente ya caducaron! - Bromeé en mi interior. Llegue hasta el contenido y había otra nota: “sabía que tarde o temprano la curiosidad te ganaría y lo abrirías. Aquí adentro solo hay solo amor para ti. ¡Está repleta!” con caritas sonrientes estaba decorada aquella nota. Fue tan emotivo, que en un instante recordé muchas cosas hermosas. Momentos inigualables, entrañables, cientos de anécdotas que podría escribir.
Algunas veces el amor puede perder intensidad, es algo normal, sin embargo ese día comprendí que jamás caducara. Siempre se hará presente en sus múltiples tonalidades. Pongamos atención a esos pequeños detalles. Siempre habrá algo que nos sorprenda. Atesórenlos para abrirlos en situaciones difíciles para tomar impulso, recrear, volver a soñar, amar, o simplemente para recordar lo hermoso que tenemos en nuestra vida. Sin lugar a dudas, estos momentos de reflexión harán deslumbrar las verdades de su corazón.
Muchas gracias Clau por tanto amor sin fecha de caducidad.
Te amo.
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