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Mis amibas.


“Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere”.
Elbert Hubbard

A diario convivimos y en ese hecho comprenderemos que es un arte. Es una manera de mitigar la soledad. El mundo es enorme y el universo basto. Existen infinidad de especies marinas en el mundo sin embargo, hay algunas que esperan ser descubiertas. Resguardadas en la profundidad de los mares. Donde la luz no llega. Ahí en el fondo se guardan secretos. Así como las especies marinas,  existe un mar de personalidades. Desde aquel chico serio del barrio hasta el extrovertido del salón.  A través de nuestra vida iremos conociendo personajes que enriquecen nuestra estancia. Aprendemos de ellos y ellos de nosotros. Algunas veces toparemos con personas indeseables, pero también en ellas encontraremos destellos de luz. Abriendo nuestra mente, podremos comprender su idioma y entender sus actitudes.

En vida he aprendido a escoger y mantener a mis verdaderos amigos. A seleccionar meticulosamente aquel confidente, aquel guía o simplemente aquel “oído” que pacientemente me escucha. En mi caso no tengo muchos amigos. Realmente es como la frase “los amigos se cuentan con los dedos”.  El tener pocos quiere decir que eres selectivo. En algunos casos exigente.  Porque sabes que estos pocos son mucho más que la lista de contactos de Messenger o Facebook. Estas son las personas que de alguna manera te acompañaran en tu andar. Estarán ahí cuando menos te lo esperes. Son como una especie de ángeles. Recibimos algunas veces mucho más de lo que merecemos. Sin reproches. Sin juzgarnos. Son aquellas personas que si les fallas no estarán reprimiéndote, echándote en cara aquel error que pudieras tener. Al contrario, estarán ahí para levantarte y su actitud será exactamente la misma como la última vez.

Nuestro corazón está en automático cuando comprende estas cuestiones. Es decir, no tienes que estar pensando “tengo que ayudar a mi amigo”, “tengo que estar con él”. Definitivamente esto no funciona, para mí. Cuando la autenticidad y la transparencia de una amistad son recibidas bajo los brazos de la verdad, toda aquella obligación desaparece y se torna en placer por desear hacer las cosas. “quiero estar a tu lado. “Deseo ayudarte, escucharte”.  Cuando logremos entenderlo,  desecharemos las amibas, (lease bien), aquellos seudo-amigos autoproclamados portadores de la bandera de la amistad. Que carcomen tu ser y corrompen tu libertad. Los todos poderosos. Los convenencieros. Los criticones, tijerones, abucheadores, metichones, embusteros, enmascarados y demás. Toda una especie marina oculta en el fondo del mar, donde la luz, no los alcanza a iluminar. Detrás de ellos cargan alguna especie de mal que buscan incansablemente compartirlo. Al fin y al cabo nadie es perfecto.

Atesora tus amistades sin quintarles nada, acéptalos, no busques defectos en ellos, háblales sin hacerlos sentir mal, utiliza las palabras adecuadas para decir: “porque te quiero, creo que estas mal”. Y permanece con él. Llénalos de alegría y comparte tu mundo. Porque alguna vez el tuyo estará eclipsado. La luz que compartiste, algún día regresara. No necesariamente con la misma persona. Y cuando menos te lo esperes, el sol volverá a brillar. Pues un amigo acompaño tu andar.




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